"Entre un 3 y un 5% de los niños escolarizados son hiperactivos, niños inquietos, impacientes, impulsivos que no se centran en objetivos o finalidades concretas, que saltan de una cosa a otra, que no, atienden a lo que se les dice; en definitiva, niños que no "oyen", no "obedecen", no "hacen caso".
En
cuanto a su definición, algunos dicen que se trata de un síndrome (conjunto de
síntomas) que tiene probablemente un origen biológico ligado a alteraciones en
el cerebro, causadas por factores hereditarios o como consecuencia de alguna
lesión, otros que se refiere a una pauta de conducta persistente en situaciones
específicas de su niñez. Safer y Allen
(1979) lo definen como: "... trastorno del desarrollo concebido como
retraso en el desarrollo, que constituye una pauta de conducta persistente,
caracterizada por inquietud y falta de atención excesivas y que se manifiesta
en situaciones que requieren inhibición motora. Aparece entre los dos y los
seis años y comienza a remitir durante la adolescencia." El problema real
de los niños hiperactivos se plantea ante aquellas situaciones en las que se
les exige control de los movimientos y mantenimiento de la atención.
Los niños hiperactivos forman parte de un grupo muy heterogéneo.
No todos presentan las mismas conductas alteradas. Según la autora Gloria
Marsellach (2010): “no coinciden en su frecuencia e importancia ni en las
situaciones o ambientes en los que se muestran hiperactivos. Además, incluso
difieren respecto al origen y posibles causas de sus problemas”. Así, en la
evaluación del niño hiperactivo intervienen varios profesionales, médicos
(neurólogo, pediatra, psiquiatra), psicólogos y maestros fundamentalmente
buscando un criterio común para poder establecer la forma en que se tratará al
niño.
Referencias:
Umbert, Marsellach.
G. (2010). Hiperactividad Infantil .Méxio,
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